Culto al líder
De raíces estalinistas, el endiosamiento de una persona busca obediencia sumisa y absoluta, sin cuestionamientos
GIULIANA CHIAPPE
Hugo Chávez a escala de cien. Hugo Chávez omnipresente. Hugo Chávez a la enésima, en cadenas, en paredes, en pancartas. El culto exacerbado al líder es una estrategia tan vieja como Stalin. El objetivo es más profundo que la simple obediencia. Tiene que ver con un atavismo comunista: la de postrarse, sin cuestionamientos, ante el jefe.
Este dogma comunista, el del culto incondicional al jefe, se mezcla con humanas dosis de egocentrismo y narcisismo, retroalimentadas por la enorme proyección que el líder tiene de su ser.
Del egocentrismo que pueda encerrar Hugo Chávez habla un semiólogo que comenzó a estudiarlo desde aquel "por ahora" del 4 de febrero de 1992. Manuel Bermúdez, profesor e individuo de número y secretario de la Academia Venezolana de la Lengua ha detectado cuándo comenzó esta figurada hinchazón del ego. Fue mucho antes de ser siquiera candidato y fue un proceso lento aunque no descarta que tal condición pudiera haber estado, minimizada, en el joven Chávez.
Tras los efectos de su primer mensaje, aquel "por ahora" con el que, dice Bermúdez, Chávez ya comenzaba a construir la imagen para admirar y el torrente de afecto público que despiertan las entrevistas que concede, Chávez descubre que las masas lo quieren y es cuando, según la percepción de Bermúdez, "empieza el narcisismo que luego ha sido muy alimentado por Fidel Castro, que es otro narcisista".
Durante su estancia en Yare descubre el ímpetu de la proyección que le ofrecen la televisión, los fotógrafos y las entrevistas y que, para el mitin, resultan más importantes que la plaza pública. Es cuando aprende a manejar, muy hábilmente, el lenguaje no verbal.
Su discurso se ha paseado por varias etapas. La inicial fue la del Samán de Güere que difundía un mensaje patriótico, bolivariano y con un asomo de Zamora. El primer cambio, notorio para el semiólogo, se produce cuando, al salir de la cárcel, "conoce a (Norberto) Ceresole, sociólogo argentino, fascista, casi nazi, que le da la idea del poder cívico-militar; pero, al mismo tiempo, (Luis) Miquilena y (José Vicente) Rangel percibieron que tenía posibilidades y lo convencieron de dejar los golpes y medirse por los votos".
El discurso electoral comienza de forma muy rudimentaria, con constantes alusiones a Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Zamora. Después se entremezcla con el discurso cívico militar ceresoliano, que privilegia la alianza puebloEjército. Luego se depura y llega la etapa de la amalgama con distintas clases sociales que aprovechan el portaaviones. Y, por último, se conecta con Fidel Castro.
Megachávez
Recurrir a grandes imágenes que proyecten la figura del que se denomina líder es, dice Bermúdez, una "vieja copia" de la antigua propaganda estalinista. De este método de convencimiento masivo no sólo ha rescatado el uso de las gigantografías sino también el de los símbolos y los colores.
"En esa época, las revistas Joven guardia sacaban un joven apolíneo con una bandera roja. Ellos han copiado ese modelo. Allí se presenta un mensaje múltiple: El poder y el color, signos verbales y no verbales". La bandera simboliza el triunfo y la esbeltez del modelo atrae a las masas. "Y Chávez llega y se copia", dice.
Pero tiene un fin muy claro: "Los comunistas, cuando admiran, son obedientes. Esta admiración y obediencia es importante. Un comunista que admira a un jefe se postra ante él. Es lo que llaman "culto a la personalidad". En la época estalinista lo hicieron y eso, exactamente, es lo que está buscando Chávez que, además, es militar y ordena sin persuadir. Lo que persigue, con este culto que comienza a formar es endiosarse, convertirse en mito", explica.
Bermúdez aventura un matiz adicional: "Los personajes que se entronizan en el poder y quieren que los demás le rindan culto como si fueran dioses, en el fondo esconden cobardía. Y no les gusta que conozcan sus debilidades. El culto incondicional hacia su figura es una manera de tener un ropaje que los proteja de su desnudez como individuo. En el mundo comunista, en el discurso pragmático de los comunistas, eso existe. Esa obediencia, ese temor, ese respeto. En el fondo, Chávez quiere que todos lo respeten". Pero, advierte, las lealtades no se compran con dinero. "El general (Juan Vicente) Gómez no andaba comprando a gente con dinero, pero le obedecían. Igual que Fidel Castro que no compra a nadie pero se hace admirar", refiere.
Un mito también busca hacerse perenne, precisa el experto, con reelecciones indefinidas, con mandatos sin fin, con reformas constitucionales que permitan alargar su estadía en el poder.
No es el único
Chávez se parece, en algunos aspectos de personalidad, a una figura del siglo XVIII: Antonio Guzmán Blanco que fue proclamado presidente, de manera formal, en 1873, pero mandaba desde 1870.
"Guzmán Blanco era narcisista también, pero mucho más culto que Chávez. Era ególatra. A diferencia de Chávez, su prestigio se lo había ganado en el campo de batalla, durante la Guerra Federal. Pero eran otros tiempos. Y así y todo, la gente tumbó la enorme estatua de Guzmán Blanco ubicada frente al Palacio Legislativo", afirma Bermúdez.
A su decir, Chávez está perfectamente consciente que está creando una imagen de culto pero, para que resulte, necesita interlocutores que lo permitan y el fomento de un pueblo "flojo", que se acostumbre a la dádiva, escasa pero sin esfuerzo.
La regaladera de dólares venezolanos en el exterior también forma parte de la estrategia personal de Hugo Chávez para crear el culto al líder. "Todo forma parte de un discurso que un ególatra maneja muy bien. Si obtiene popularidad y fama, gasta internacionalmente", refiere Bermúdez.
El experto descarta que Hugo Chávez llegue a ser idolatrado como Stalin. De hecho, duda que llegue siquiera a los niveles de Fidel Castro: "La diferencia es grande. Stalin era muy culto, sabía de lingüística, tenía conocimientos reales. Tampoco es como Castro, porque el cubano tiene background, tiene una historia de lucha verídica atrás".
Bermúdez apela a un colorido símil para ofrecer su percepción: "Para mucha gente, Chávez es un araguaney, no amarillo, sino rojo. Pero las flores de los árboles se secan y se caen. La buena suerte no dura mucho. El tiempo es efímero. Y el tiempo de los dioses, ya se acabó".
martes, abril 18, 2006
Culto al líder...
Publicadas por joplin27 a la/s 7:35 p. m.
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